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domingo, 22 de septiembre de 2013

SER Y ESTAR PARA TU HIJO: EL VERDADERO AMOR FILIAL

Tener un hijo es una de los más grandes y sorprendentes sucesos que pueden ocurrirle a una persona, pues no sólo es la responsabilidad de darle cuanto necesite para ser una persona productiva y feliz, si no ir descubriendo día con día un poco más el carácter de ese amigo que llega para nutrir la vida y ser un reflejo de lo que el padre o la madre es.


La maternidad o la paternidad implica un compromiso tan grande que lleva a quien las asume a dejar de vivir para sí mismo para comenzar a vivir en función de ese nuevo integrante de su vida. Y no se trata de anularse como persona, sólo que las prioridades cambian, y las decisiones de vida giran en torno las necesidades de su hijo o hija. Cuando la responsabilidad de ser madre o padre supera a la capacidad de compromiso de una persona, entonces recurre a diversas formas de “resolver” ese “problema”: cargar al pequeño o la pequeña con la culpabilidad de impedir la realización de sus padres; ignorar las necesidades de los hijos con el pretexto de educarlos de una forma rígida y tradicional; delegar la responsabilidad de crianza a terceros, o desaparecer del entorno, en el peor de los casos.




Ser una buena madre o un buen padre implica dejar de lado las rencillas personales, y fomentar que ambas figuras estén presentes en la formación del niño o la niña. También supone tomarse el tiempo de conocer a ese ser a quien se cría, descubrir qué le gusta, qué le disgusta, qué teme, que anhela, qué le enfurece o qué le hace feliz. Requiere construir un pequeño universo donde sólo quepan el hijo y el padre o la madre, un espacio donde transcurren las vivencias más importantes que constituyen los recuerdos que fortalecen el autoestima de un ser humano, un lugar amable para recurrir cuando las cosas no marchan bien.

Invertir tiempo en un hijo es darle parte de la vida; evadir esos momentos so pretexto de que hay una vida esperando ser vivida cobra factura ante la lejanía entre padres e hijos. El reto de ejercer sabiamente el papel de padre o madre es vivir la vida a plenitud, de tal manera que su descendencia tenga una lección constante con ello, una ventana al mundo, cómo vivir la vida y qué esperar de ella.

Ser padre o madre, cuando se hace con amor y convicción, suele dar como resultado la mejor versión de cada cual.



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