Translate

sábado, 21 de septiembre de 2013

LA DIFERENCIA ENTRE EL ANHELO Y EL RECUERDO RADICA LA ACCIÓN


Alguna vez escuché decir a alguien que el temor más grande de una persona es llegar al umbral entre la vida y la muerte dándose cuenta de que no cumplió los anhelos que vivieron en su mente por temor a tener éxito, y descubrir que el tiempo ya no alcanzaba para intentarlo una vez más.

El tiempo es un recurso no renovable, se agota y no se puede recuperar. Quizá la sensación de tener muchos días en nuestra existencia nos puede confundir y pensemos que lo mismo da aprovechar un día que perderlo, confiando en que es nuestra la eternidad.


Estamos acostumbrados a vivir en la mediocridad, y nos hemos hermanado tanto a ella que cuando cruza por nuestra cabeza la posibilidad de hacer algo trascendental, creemos que es una locura. Soñamos, tomamos decisiones y a veces cometemos el error de compartir nuestros planes con quienes no tienen la posibilidad de soñar, y se encargan de darnos buenas razones por las que esas decisiones tan determinantes no deben ser ejecutadas, mientras que la mejor razón que tenemos para concretarlas es que se gestaron en un milagro viviente: nosotros mismos.




El temor a fracasar también es el temor a tener éxito, y ambos pueden suceder. El fracaso llega cuando se tomar como propia la certeza de que no vale la pena correr el riesgo de fallar; el éxito sucede cuando se vislumbra el riesgo y se toman medidas, pero aún más, cuando se tiene un siguiente paso para administrar los resultados y saber hacia dónde caminar.

Podemos llenar nuestros bolsillos de anhelos, y serán como estrellas luminosas, promesas de una vida llena de crecimiento, pero tienen una fecha de caducidad, y si ésta llega y no hemos canjeado los deseos por hechos que llenen nuestras memorias, en vez de ser promesas serán acusaciones severas que darán la sentencia de una frustración eterna.

Soñar es bueno; decidir, necesario, pero accionar es vital.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario