No bien ha pasado un
año de las elecciones y las pruebas de fuego se dejan sentir. Las promesas que
encabezaron las diferentes campañas de los hoy gobernantes en diferentes
niveles esperan materializarse en hechos, concediendo la razón a los ciudadanos
que con toda buena fe votaron por la opción que más les convencía.
Y sin embargo… nada
es como se esperaba. A nueve meses de iniciar las gestiones del gobierno
federal y del gobierno del Distrito Federal, hay muchos cuestionamientos
gracias a las decisiones tomadas en el tema de la educación. Quizá la
problemática más fuerte a resolver entre las autoridades de la SEP y los
profesores del CNTE, sea la comunicación.
Pero las
consecuencias trascienden a esto actores, ya que las movilizaciones de los
docentes que pretenden levantar la voz, hacer sentir su presencia y su
descontento afecta severamente a la población económicamente activa del
Distrito Federal, sectores productivos que nada tienen que ver con el
conflicto: empresarios, comerciantes y empleados que ven con enfado e
impotencia las horas pasar en el reloj, y con ellas las posibilidad de generar
los ingresos y cumplir con sus labores.
Y no sólo eso: las
marchas no sólo bloquean a los ciudadanos, sino que exhiben la debilidad de la
autoridad de un jefe de gobierno que disfraza de tolerancia su incapacidad de
establecer el orden, obligando no sólo a los ciudadanos a tomar valor para
hacer lo que habitualmente harían sin problemas, sino que someten a los
legisladores a moverse de recinto y el colmo: obligan al Presidente de la
República a modificar el tiempo y la forma de dar un informe de gobierno.
¿Quién detenta el
poder? No es válido disfrazar de tolerancia la ineptitud; no es correcto
sacrificar el derecho de la mayoría a transitar, a producir -sobre todo cuando
se trata de una población que con sus impuestos mantiene a los servidores
públicos- por temor a las consecuencias políticas de unos cuantos, que con
razón o sin ella, ponen de cabeza a una ciudad que exige soluciones reales, por
encima de cualquier conflicto. No queremos palabras solidarias: queremos
acción; y no, no es un asunto sencillo, pero ¿quién dijo que era fácil gobernar
a la ciudad más grande del país?
Es un buen momento
para la congruencia entre las palabras y los hechos. Apreciable Jefe de
Gobierno, Miguel Ángel Mancera: muéstrenos por qué era la mejor opción
electoral. (
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